Último fabricante de organillos en Berlín confía en el futuro del oficio

Axel es en Europa uno de los pocos fabricantes de organillos, también conocidos como “cilindros”. Sin embargo, este instrumento de culto amenaza con desaparecer. Axel junto a su club de amigos del organillo se empeñan en mantener viva esta tradición.

El hombre de 64 años de edad se especializó en la fabricación de organillos hace cuatro décadas. “No se hacer otra cosa” -dice, “Después de todo he estado haciendo esto por ya más de 41 años”. Es no solo uno de los fabricantes con más experiencia, es también, uno de los últimos. “En Alemania quedamos cuatro fabricantes”, -comenta, “El más próximo vive en la Selva Negra” (sur de Alemania).

Originario de Mecklenburg inició en 1970 como fabricante de órgano de iglesia en su juventud. “En aquellos tiempos, ni siquiera podía tocar el piano”. -Dice con una risa. Sin embargo, tiene un buen oído y de eso se trata. El negocio de los órganos de iglesia se volvió difícil por aquellos tiempos. Por ese motivo pronto se especializó en la fabricación de organillos.

Su nombre en letras doradas sobre madera de palo de rosa hace sobre una placa “Pura madera” -Dice, mientras toca con sus dedos los decorados del instrumento. Diferentes tipos de maderas son usados para las partes del instrumento. “El ensamblado es lo que más tiempo lleva”, comenta. El proceso lleva meses en ser realizado, pero solo así logra una calidad alta y noble.

Sus organillos suenan en al menos 43 países dice orgullosamente Axel “De Albania a Israel a Nueva Zelanda. La gente aprecia la alta calidad de los instrumentos musicales de la nación cuna de los organillos.

Junto al “Club de Amigos del Organillo de Berlín” busca conservar la tradición de tocar el instrumento y establecerla junto con la UNESCO como un sitio de herencia cultural. En 2016 la catalogación fue negada por el Departamento Cultural del Senado en Berlín, mientras en Junio de este año el segundo intento tampoco se logró. La razón: Falta de gente joven. No hay suficientes garantías que este oficio pueda ser transmitido a nuevas generaciones.

“Tal Vez a Berlín le interesa más la alta tecnología” comenta Axel sobre la nueva negativa de la UNESCO. Aún piensa seguir intentándolo, aunque para él es simplemente una formalidad. “Es claro que en cualquier parte del mundo es un tradición” -comenta. La declaración es una cuestión afectiva declara. Después de todo nadie sabe cuánto tiempo más exista interés en el organillo.

Axel descansa en su taller, aserrín se acumula en codo. “En Berlín, solo 120 dueños de organillos están organizados” informa con voz baja. “Alrededor de 800 en Alemania” – Dice que hay falta de interés en particularmente en jóvenes. En algunas reuniones del Club de Organilleros él es el más joven a su edad de 64.

Incluso sus propios hijos no están convencidos de seguir con el oficio de fabricación de organillos. Para ellos es simplemente muy anticuado. “Algunos la ven como una tradición en extinción” hace notar. Él no lo ve de esa forma. “Muchos se entusiasman con el organillo cuando tienen mayor edad. -Dice mientras encoge los hombros. “Y gente grande, siempre va a existir”.